Vivía en DF.
Tenía novia a distancia. La amaba.
Tenía otra novia en DF. Me quería.
Era director de una escuela que enseñaba cómo hacer publicidad. Lo odiaba.
Tras una noche de larga fiesta, por beber a las 11 del día en plena calle, a un amigo y a mi nos llevaron a una agencia del ministerio público.
En el separo regalé la playera que traía puesta a un tipo que estaba todo mojado.
En el separo yo gritaba que era preso prolítico, que estaban cometiendo un crimen de conciencia. Mi amigo reía. Le falta un premolar a mi amigo.
Mis padres y mi abuela me liberaron previa mordida. Me llevaron a una cantina.
Más tarde, en un Oxxo, unos amigos de la calle me pidieron 10 pesos para un Tonayán. Les compré un Absolut y un Bacardí. Me invitaron a beber con ellos.
Inhalé pegamento con ellos.
Los mismos amigos, en extrema muestra de cortesía, me ofrecieron a su chica que en realidad era un chico muy femenino y un poco sucio. Decliné amablemente.
Platiqué con una junkie de 60 años y con Sida. Con su tranquilidad, su mirada alegre de ojos vacíos, me hizo ver una parte de la belleza de la vida que muy pocos tienen la oportunidad de llegar a ver.
Terminé bebiendo copas con un desconocido y una buena mujer de mala reputación. La besé.
No tuve el dinero para pagar la cuenta completa. Me dejaron ir.
Me dio una cruda moral de 7 días.
Se lo conté a mi novia de DF. Me cortó.
Comencé a quererla.
Fui a ver a mi novia a distancia y le propuse venirse a vivir a mi hermosa pinche ciudad.
Dijo que sí.
Empecé a descontar días.
Tras otro doble día de juerga (Patrick Miller, Cantina de Son Cubano, Mi casa, Rosita Alvírez, tres cantinas después), terminé dormido en una banca del centro.
Cuando desperté no sabía en qué estado de la República estaba ni cómo contactar a mis anfitriones.
En mi descargo, debo decir que en ese tiempo daba muchas conferencias.
Mi trabajo me aburría enormemente.
La exnovia retrasó un mes más su llegada.
No importa, le dije.
Dejé de beber, hice ejercicio, hacía las cosas bien.
Llegó la esperada.
Me dijo: no sé cómo o por qué, solías ser una presencia total; un día dejaste de estar ahí, te saliste de mi cabeza.
Durmió conmigo, luego fui a beber.
En la cantina conocí a un tipo que organizaba orgías en hoteles. Le gustó mi amiga acompañante. Me invitó a una de sus reuniones. Decliné. Guardé su teléfono.
Duré un mes más con Ella.
No iba a funcionar, le dejé de hablar.
Me morí.
Bebía todos los días. A veces un litro de vodka al día.
Por lo mismo, se me olvidó ir al concierto de Radiohead. Tenía boleto caro.
Por primera vez en mi vida, mi familia me vio llorar. Varias veces.
Tras sendas pedas, pintaba murales en las paredes de mi departamento.
Tuve una roomate. Es “border”. Está buena. Es alcohólica. Está totalmente loca. Me baila table dances.
Renuncié a mi trabajo. Me dijeron: ok, dános 2 meses.
En las mañanas, antes de bañarme, lloraba. Pedía que algo bueno pasara en mi vida.
Un par de semanas después me dijeron: ¿Quieres hacer una escuela en Saltillo?
Dije: sí.
El Dios de la Regadera había actuado.
Una terapeuta Gestalt me dijo: Tienes que aprender a quererte.
Un Podólogo, que me puso plantillas de por vida, me dijo: quiérete.
Pensé: tengo que aprender a quererme.
Un santero cubano me dijo: En esta vida todo tiene un precio. Tú eliges qué precio pagar.
Murakami dijo: Sólo soy una parte del camino por donde pasa el hombre que realmente soy.
Jodorowsky dijo: el peor daño que los padres le pueden hacer a un niño es no acariciarlo.
No dormí durante tres noches seguidas. La primera estuvo bien; la segunda, genial, nunca se me va a olvidar, y en la tercera me estaba volviendo loco: Oía un loop infinito del Perro Bermúdez narrando un partido de futbol.
Cerré mi negocio en DF.
Dejé de beber.
Mi padres me dijeron: perdónanos.
Le dije a toda mi familia: perdónenme.
Me vine a Saltillo.
Abrí una escuela.
Tengo muchos amigos. Estoy solo.
Acabo de cumplir 35.
Soy feliz y si siguiera el consejo de Charles Bukowski, no debería escribir.
Pero él está muerto y yo no.

Eres un G-E-N-I-O , bro'
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