
Si me gustaran las mujeres, me gustarías tú. Me lo dijo. ¿Por qué me lo dijo? Yo esperaba que me lo dijera. Algo así. ¿Para qué?
La conozco por casualidad. Llego al bar sola. Ella viene con uno de esos amigos que saludo con efusividad exagerada porque alguna vez, hace mucho, coincidimos en una fiesta y nos divertimos muchísimo, pero en realidad no sé ni madres sobre él. Inmediatamente siento su atención sobre mí, inmediatamente siento su esfuerzo por excluir a mi amigo de la plática y quedarse sola conmigo.
Es guapa, es alta, es delgada. Acerca su boca a mi oído cuando habla para que pueda escucharla mejor. Cuando lo hace, acaricia un poco mi cabello. Hay mucha gente en el bar y estamos bastante cerca una de la otra. Mi amigo ha sido completamente excluido de la conversación, que ahora cubre temas tan diversos como su adolescencia, el descontento de su madre con su anterior corte de cabello, y las drogas de su elección. El tono de la conversación es ligero, con muchas risas. Me propone que brindemos y que al beber nos miremos a los ojos, de lo contrario nos esperan siete años de mal sexo. Y nadie quiere siete años de mal sexo, ¿o sí?
Mi amigo nos informa que aún estamos a tiempo de comprar alcohol en alguna tienda y beberlo en el departamento de uno de ellos. ¿Vienes con nosotros? Sí, vámonos. Te sigo. Camino hacia fuera y ella camina detrás de mí, con sus manos sobre mis hombros.
Vamos nosotras dos y otros tres chicos. Ella me explica que han sido amigos desde hace 12 años. Compramos cervezas, subimos a un taxi. Me siento junto a ella. Toca mi rodilla izquierda. Todos vamos apretados en el asiento de atrás, gritando y riendo. Bromeamos con el taxista. Ella hace un comentario sobre homosexuales que sólo podría hacer alguien muy distraído, alguien estúpidamente intolerante, o alguien gay. Recuesta su cabeza sobre mí en gesto de cansancio. Debe ser gay.
Llegamos al departamento y me acomodo en un sillón junto a ella. Todos tomamos una cerveza y mi amigo se sienta frente a mí, inicia una conversación estúpida. No me puedo concentrar porque ella comienza a hablar sobre cómo hace una semana y media cortó con su novio de dos años. Se me descompone el gesto. Sé que ella lo ha dicho para que yo escuchara: el resto de ellos debe saberse bien la historia. No me desanima que haya tenido novio, ¡yo también tengo un par de ex novios! Pero me desanima que sea tan reciente. No tengo el corazón (y probablemente tampoco la habilidad) de cogerme a alguien herido, recién cortado.
Esto es un caso perdido. ¿Qué hago? ¿Me voy? Ella sigue hablando con otro tipo sobre su ruptura, y lentamente me involucro en la conversación hasta que de nuevo excluimos a todos los demás y quedamos hablando sólo nosotras. Empieza a llegar mucha gente. Algunos de ellos vienen de una fiesta de disfraces, vienen festivos y hacen mucho ruido. Pronto todos suben al departamento de arriba, en el que hay una habitación pintada de rojo que tiene focos rojos. Al parecer, eso es motivo suficiente para mudar la fiesta a esa habitación. Me invento algún pretexto para quedarme abajo un rato más y ella se queda conmigo. Seguimos hablando. Ella acapara la conversación y se desahoga. Yo opino, pregunto, escucho y asiento con la cabeza. Me gusta oírla. Ella necesita que la oigan. A veces es más fácil hablar con un extraño y por algún motivo yo me presto al juego.
Alguien regresa al departamento de abajo por las cervezas que faltan y nos pregunta qué hacemos ahí solas. Nada, nada. Ya nos íbamos al cuarto rojo. Subimos, abrimos una cerveza nueva. Todos bailan, hablan fuerte, se ríen. Todos a un ritmo con el que no puedo sincronizar. Me siento fuera de lugar. Me inclino sobre ella y se lo digo. Ella también. Me dice que nos regresemos al sillón de abajo. La sigo. Dice que deberíamos dormir un rato y se acuesta en el sillón de enfrente. Yo no tengo sueño pero me acuesto. Prendo un cigarro y me volteo hacia ella. Ella está volteada hacia mí. Estamos frente a frente, en sillones separados, viéndonos a los ojos. Reanudamos la conversación. Sobre otros temas aunque de vez en cuando el tema del ex novio reaparece. La ruptura. Lo que debe hacer, lo que no debe hacer.
Suena mi teléfono. Es un mensaje de texto. Es de una chica que me insiste que vaya al bar en donde está. Debo haber hecho un gesto raro al leerlo porque ella me pregunto quién era. Le digo que nadie importante y le pido su teléfono para hacer una llamada rápida. Llamo a la chica y le pregunto si en ese bar cobran entrada. Sí, doscientos pesos. Lo siento, no tengo dinero, luego te veo. Cuelgo.
Vuelvo a acostarme y seguimos hablando. Ahora me toca a mí hablar sobre mi pasado amoroso. Cuando lo hago, pongo especial atención en mi uso de pronombres y adjetivos. No quiero revelar géneros. Ella me platica una historia sobre una amiga que resultó lesbiana. La historia no tiene chiste, no viene al caso. Sé que se muere por saber si soy o no soy.
Me veo muy bien hoy. Ella también se ve muy bien. Estar así acostada de lado le va muy bien. A ratos se acuesta boca abajo con los pies levantados y se ve todavía mejor. Esos zapatos son de lesbiana de estereotipo.
Vuelve a sonar mi teléfono. Me está llamando la misma chica de antes. No hay problema, me dice, yo te invito, yo pago todo. Rápidamente evalúo mis alternativas para el resto de la noche y me parece que ir al bar es la mejor. Le digo que sí, que en este momento salgo para allá y la veré exactamente a las 4:35 en la entrada. Cuelgo y le digo a ella que debo irme, me levanto del sillón y le pido que me diga por donde puedo tomar un taxi. También se levanta y me pregunta quién era. Yo también soy gay, le digo como si le debiera explicaciones, esta chica es una amiga con la que tengo una historia un poco complicada. Es mentira, en realidad es un acostón de hace un par de días.
Me detiene en la puerta y me pregunta si realmente soy gay. Me río de su pregunta. Insiste, ¿eres gay o sólo estás experimentando? Ya experimenté, contesto, y soy gay.
Salimos a la calle y al despedirnos me abraza y me dice que le he caído muy bien. Contesto que ella a mí también y hago algún chiste sobre como ella ha hablado sin parar toda la noche. Cuando me suelta, me dice en la cara, si me gustaran las mujeres, me gustarías tú. Lo tomaré como un cumplido. Sí, así tómalo, responde.
Empiezo a caminar en la dirección que me señaló y ella añade, cuando me gusten las mujeres te llamaré. Saludo con la mano y le sonrío condescendiente. Entonces, esperaré tu llamada.
4:27. No me gusta llegar tarde. Me volteo y me echo a correr.

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