sábado, 15 de agosto de 2009

DOS COSAS




Cosa una:


Soy un superfluo. Mejor dicho: me he convertido en un superfluo.

Antes era un buen amigo, el que siempre terminaba con el hombro moquiento, el de la palabra perpetua en la diana. Ahora, sólo me interesan las relaciones personales que me pueden llevar a ver el beisbol, beber en el Dogma u otros bares, irme de viaje, y sobre éstos, sobre todos, los viajes que hago en taxi a mis destinos clandestinos (Cuando llegué, solía decir que lo mejor de Saltillo son sus cielos, sus montañas; ahora creo que lo mejor de lo mejor son los taxistas nocturnos, feroces y sabios, magos que revelan todos sus trucos, trampas y chicanas. Esta ciudad, cuando libera su carga represiva, se convierte en una ciudad muy divertida).

Me estoy acostumbrando a los masajes en el deportivo, atiendo mi clase de tenis y corro en una banda con un ipod frente a un televisor gigante. Nado con gorra y siempre me ducho antes de entrar a la alberca. Termino mi ejercicio, paso al sauna, luego al vapor y me enjuago la pena y el dolor en regaderas de presión.

Ya casi no leo, ni tengo mucha oportunidad de ver las películas que quiero (He visto Transfomers y G.I. Joe y me divierto). Me presentan chicas lindas a las que no les vuelvo a hablar porque si bien no pago el trámite, sí exijo inmediatamente la licencia. Prefiero a las mujeres que bailan para mi y me llevan a privados a precios siempre bajos y que me dicen te quiero sin necesidad de conocernos. Ya no les respondo los mensajes de texto a mis amigas, menos los que llegan después de las dos de la mañana.

Ahora creo que toda felicidad que no provenga del alcohol es falsa.

Cosa dos:

Debería hacer un blog que recopilara todos los blogs que he creado y he abandonado. Soy como un médico loco abortista de blogs.

El primero fue Hotel Hawai, en honor a la extraña visión nocturna -y en LSDvision- que me causó ver, de azotea a azotea, un chalet suizo en la cúspide de un hotel en plena costa de Veracruz. Imaginaba que el habitante de la cabaña, ataviado en su traje de esquiador, saltaba desde el décimo piso hasta el mar, hundiéndose para después aparecer cerca de la refinería para abastecerse, e irse.

El último blog fue "Ya me cargó el payaso", en honor a esa sentencia que siempre me dejó la duda de por qué, alguien dijo y acuñó que lo peor que te puede pasar en la vida es que te levante un payaso.

Lo último que escribí en él, fue algo para mi entonces novia a distancia, amor de internet, loca hermosa.

Decía en el preámbulo de ese escrito:

ra:

A veces quisiera que ya no hubiera nada entre nos, sólo para poner este video a todo volumen y que la canción se adecuara a la situación triste, bochornosa, desperdiciada de habernos dicho: adiós ra, adiós ru.

ru.

Y bueno, me gustan las ironías y como uno suele atraer lo que le gusta, pues caí en ella. Pero cuando dejamos de vernos, la verdad, no quería cantar El Triste, ni poner videos, ni reírme de ironías, sólo quería dormir y para dormir tenía que beber. Y no, no tuve la oportunidad de decirle "adiós ra".

Adiós Ra.

He aquí al Príncipe.

2 comentarios:

  1. Yo sí he cantado bien borracho el triste, de hecho tenía un video en facebook pero ya di de baja esa cosa, ahora quiero dar de baja muchas cosas, no sé por qué. Te mando un abrazo.

    Nuevo Raji

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