Esta canción me huele a sopa de fideo. No. Me huele a caldo (quizá la carne de res cociéndose o los frijoles ablandándose) y al sonido chiflador (sisseo dirían unos onomatopéyicos) que emana de una olla express en pleno proceso.
Me suena a estaciones de radio con otras canciones igual de melancólicas y simples, a comerciales cantaditos. Veo esta canción y me imagino tardes de horas de 200 minutos. No hay comics o pornos, sólo libros con cubiertas semejantes que decoran el librero del departamento. Recuerdo 6 canales de televisión repartidos entre 13 posibilidades. En uno de ellos hay melodramas con mujeres de peinados chistosos y mirada lánguida y hombres de patilla larga y camisas con cuellos de alas delta. Luego, dos o tres caricaturas, la tarea y la merienda.
Entra por la ventana el sol aburrido de las 3:30 de la tarde, que me deja quieto en un sillón, donde serio, analizo la punta de mi zapato. El olor y el sisseo de ese vapor de caldo, me urgen a crecer y poder salir a la calle, donde hay gritos y partidos de futbol y caídas espectaculares y sangre en una cabeza que tiene imán para los accidentes. Me saca de mis sueños de guardameta la puerta de la cocina, que se abre mostrando a mi carcelera que me sonríe y luego tararea esta canción que en lugar de amor me parece música zombi.
Qué hubiera sido de mí, si mi madre hubiera sido Mod y en lugar de Radiocentro hubiera sintonizado Raaaadio quiniéntosnoventa: La Pantera!, donde The Who partía su batería o el Duque Blanco escondía sus disfraces. Gracias madre, seguramente ya todo me hubiera aburrido y ya le hubiera cedido mis decisiones a los hijos.
Miro la calidad de la imagen de video de Frente a Frente y la boca de Jeannette y me llevan inmediatamente a esas películas prohíbidas, protagonizadas por Jacaranda Alfaro, Angélica Chaín, o por la mejor de todas: Sasha Montenegro. Diosas que presumen sendos tesoros peruanos hundidos tras selvas abundantes. Alegres, al ritmo de música sabrosa, brincan a albercas salpicando todo de felicidad. Los anfitriones, vaso jaibolero en mano, aplauden como pueden. De súbito, entra a escena un policía gordete a corregirles la conducta licenciosa, pero las diosas rápidamente lo convencen de que entre en la alberca. Qué estilazo de clavado, oficial.
Ah, los setentas.
Aún después de todo, Frente a Frente me parece una canción horrible que me gusta. Es un cavernícola congelado en mi itunes que muy de vez cuando el Shuffle rescata. Y cada vez que la oigo me empieza a oler a sopa de fideo. No, de fideo no.
Pero ahora, como soy superfluo, sólo digo: Jeanette estaba buenísima.

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