
Llego a mi casa después de una larga jornada de oficina. Le miento la madre al gato callejero que se siempre se mete por las ventanas. Entro a mi cuarto. Me aguanto las ganas de prender un cigarro (llevo casi 3 semanas sin fumar). Prendo la computadora. Me siento y me pregunto ¿Qué cuernos habrán hecho mis amigos todo el día mientras me encerraba en mi cubículo? Abro el Facebook. ¿Alguien escribió en mi muro? No. ¿Alguien me taggeó en alguna foto? No. ¿Alguien comento los agudísimos comentarios que uso como status? No. Entonces, ¿qué paso en todo el día en el pinche Facebook? Inicio. Click. Y el newsfeed es algo como lo siguiente:
… just took the test “What Beatles song describes your life right now?”
… just took the test “qUe tIpO dE mUsicA eLecTRoNiCa eReS?”
… just took the test “which harry potter character are you?”
… just took the test “¿Qué juguete de la infancia eres?”
… just took the test “¿Qué villano de Disney te identifica más?”
… just took the test “¿qué posición sexual eres?”
Todo esto, claro, sin contar los tests personalizados para saber qué tanto te conocen tus amigos, las preguntas al oráculo ni las omnipresentes galletitas de la suerte.
Y pienso… ¿Por qué tanto pinche afán en tomar estos tests? No lo niego… yo más que nadie disfrutaba las sesiones largas de tests psicométricos, de personalidad y de aptitudes en la secundaria y la preparatoria. Hay algo que me encanta en responderlos y recibir respuestas que ya sabía de antemano… como por ejemplo que soy una megañoñaza con discapacidades sociales, o en palabras de mi jefe, un number cruncher. Y por más transparentes que fueran los viejos tests (“¿Me siento cómodo trabajando mucho tiempo con números? Muy en desacuerdo, medianamente en desacuerdo, neutral, medianamente de acuerdo, muy de acuerdo”), no tenían esta absurda ligereza de los nuevos tests.
¿A que me refiero con ligereza (además de la obvia autoría de algún adolescente sedentario)? Me explicaré: Con mi perfil, lo más acorde seria que yo contestara que intento pasar desapercibida a la pregunta sobre mi comportamiento en fiestas y reuniones sociales. Pero me pesa un poco rellenar ese circulito. Porque sé que a veces, muchas veces, y con muchos testigos, soy divertidísima, el alma de la fiesta y hago muchos amigos. Probablemente aunque rellenara este otro circulito el resultado de la prueba seria el mismo, porque terminaría diluyéndose con los otros 249 reactivos. Pero contesto el que me parece que se cumple la mayoría de las veces aunque me pesa no reflejar ese matiz de mi personalidad. Me pesa tener que encerrar algo tan dinámico en una definición tan estática. Ni modo.
Y acabo el test con algún resultado como “Tiene una gran capacidad de análisis. Líder por naturaleza. Tiene tendencia a estar solo. Facilidad para el pensamiento abstracto. Es respetado y tomado en serio por los demás. Impaciente con las personas que no aprenden rápidamente.”
Ese tipo de cosas. Pero por ningún lado aparece que “Es usted ingenioso. Carismático con la audiencia indicada. A veces solo quiere que nadie lo tome en serio. De vez en cuando pierde la cabeza. En ciertas situaciones exhibe una paciencia ejemplar. A veces no puede contenerse la risa mientras dice chistes malísimos que a nadie más le causan gracia. Hay veces en que no puede hacer una simple multiplicación mental. Secretamente cursi. Disfruta la atención esporádica sobre su persona. Tiene frecuentes enamoramientos platónicos. A veces quiere tener su habitación desordenada”.
Y probablemente si tomo el test de “¿Qué tortuga ninja eres?” no me digan que soy Donatello sino Miguel Ángel y obtenga alguna de esas descripciones. Tal vez las partes más “irracionales” de mi personalidad solo pueden ser definidas con tests igual de irracionales.
Esa es mi mejor explicación para la obsesión por los tests…
¿Es eso? ¿Por eso contestan tantos tests todo el chingado día? ¿Eso es lo que buscan? ¿Esto que llamo ligereza es en realidad una necesidad humana de lo más profunda y comprensible? Si no es eso, de verdad estoy perdida…
No hay comentarios:
Publicar un comentario