Casi todas sus historias, como su familia, son encantadoras, envidia de los recuerdos de una infancia que no recuerdo haber tenido por estar siempre en mi onda.
Leí hace 10 años Hijos sin Hijos, un libro de Enrique Vila Matas, uno de mis escritores de culto; en él, hace un recuento de historias de personas que fueron hijos de alguien (como todos los que no somos de probeta) y que decidieron no dar continuidad a la estirpe humana. Salvo que el libro es magnífico y perfectamente fundamentado en sus motivos, yo no podía creer que uno de mis ídolos no le diera a la tierra una extensión de su vida, me parecía terrible que alguien que haya hecho tan feliz a tanta gente no regara su simiente, dejando sus recuerdos personales en una, espero, aún lejana tumba. Ahora, a la luz que los años le quitan a los ojos pero que se lo dan a la sabiduría, comprendo que quizá EVM es feliz con Paula de Parma y puede escribir lo que escribe porque en su casa no hay otro que le robe el podio de niño infinito.
Si quisiera poner un pretexto diría que mi sobrina Lula ocupa totalmente el lugar de hija: le pago algunos gastos, le ayudé a quitarse el miedo a subirse a las resbaladillas y columpios, le compro películas de animación de arte; a veces, cuando hace faltan zapatos o ropa le compro las cosas más bonitas. Le hice un blog que le entregaré cuando aprenda a leer y escribir y, por supuesto, bloggear. Creo, para mis adentros, que hago más por ella que lo que muchos padres jamás hacen por sus hijos, hijos que, quizá, bien harían en jamás tener decendencia con la cual repitan los vicios que matan el alma de un niño: pocas caricias, abandono y falta de comunicación.
A como van las cosas, a como se va desarrollando mi carácter, se ve difícil que tenga hijos, sobre todo porque creo que todos los hijos deben tener una madre. Y, francamente, no veo mujer que me soporte.
Ni modo: es el precio que alguna gente debe pagar por no pagar otros precios que le son más caros y para los cuales la mayor parte de la gente es programada y está lista a cierta edad. Pero la necesidad de enseñarle los atajos a alguien ahí queda (o quedará), pensando en dos cosas: poner un anuncio que diga: Se solicita hij@ por un tiempo (y enseñarle cosas), o pulir una de mis bromas futuras favoritas, y decirle esto a alguien en algún momento: "Para mi, eres como el hijo que nunca tendré..."
Pero, por el momento, te tengo traviesa Lula.

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