lunes, 31 de agosto de 2009

Qué payaso.

I´m fucking old; una cosa vintage.

Pero alguna vez fui niño, uno imaginativo y retraído que no le gustaba comer ni hablar por considerarlas acciones inútiles.

Los niños son sus juegos como los adultos sus aficiones. Mi Aconcagüa lúdica consistía, esencialmente, en quitarle el cinturón a la bata de baño de mi madre, anudar un extremo alrededor de mi cuello, y el otro, a la pata de un mueble. Y ladrar de vez en cuando. Y así pasaba horas, casi un día entero. Mis padres estaban más que contentos con este juego y yo era feliz porque me lo dejaban jugar. No creo que esta foto sea espontánea, pero sí fidedigna:



Por una tía, por sus ganas de demostrar su tesis y sacar a pasear a la vana Gloria, aprendí a leer y escribir, sumar y restar a los tres años. Por supuesto que eso me creó muchos amigos, todos imaginarios. Sólo me llevaba con gente adulta y de ella copiaba sus temas y poses más aburridas.

Sólo un acontecimiento una vez al día me hacía romper las barreras de mi no edad. Cuando lo veía y oía saltaba y gritaba como sí sólo fuera a meter un solo gol en mi vida. Escuchaba esa voz tipluda y rápidamente me ponía en posición, subía el antebrazo y agarraba un micrófono de aire. Lo primero que en mi vida me hizo salir de mi fue un verdadero artista, mago y payaso: Ricardo González Gutiérrez "Cepillín".

El Ricardo estudió para odontólogo y en lugar de darle dulces a los niños una vez tapada la muela, optó por pintarse la cara. Magazo.



Uno crece, se olvida de sus héroes y luego uno copia algunos muy vanos y supérfluos o se vuelve uno vano y supérfluo, como yo.

Por ahí de 5 años me enteré que Cepillín había sufrido un infarto, que casi se muere. Qué ingrato he sido, pensé, yo creciendo y Capillín muriendo.

En una peda con el Pixi me contó que estaba, igualmente, en una peda con unos amigos y que de pronto se les había acabado el truco que los mantenía con los ojos abiertos. Alarmados, mirando las varias botellas de alcohol aún por vencer, se preguntaron un qué hacemos, no mames. El dueño del departamento les dijo: no me lo van a creer, en el edificio vive el Cepillín, él siempre tiene.

Tocaron a su puerta/ÉL los saludo/le contaron que estaban en la peda/le preguntaron si tenía/que se les había acabado/claro/dijo ÉL/pero pus invíten ¿no?/les respondió.

Y luego me enteré que su truco favorito consistía en desaparecer de una sola inspiración las blancas y eternas nieves de su Aconcagua lúdica. Magazo.

Cepillín, yo nunca olvido a la gente que me hace feliz, amigo, maestro, quiero compartir contigo un baile de Tomás uúuúuúuú. González, vivo cerca, como a una hora en camión. Richard, echémonos unas copas y lo demás que nos permitirá estar despiertos toda la noche, al fin tú siempre tienes; Ese Pillo, bebamos y amanezcamos, aunque eso signifique que a la mañana te tenga que enterrar con todo y mi infancia en tu ataúd.

jueves, 27 de agosto de 2009

BIZCONDE


"Una mente sabia no condenará jamás a alguien por haber utilizado un medio fuera de las reglas ordinarias para ordenar una monarquía o para fundar una república. Lo que se desea, es que si el hecho lo acusa, el resultado lo disculpe”.

O sea que "el fin justifica los medios". Pocas frases hechas aborrezco más. Como la de "Kafkiano" (úsese cuando alguien no entiende algo y dice con voz pacheca: órale, eso está bien kafkiano). Peor aún la de "Si Kafka hubiera vivido en México, hubiera sido escritor costumbrista".

Una fórmula: La frecuencia en la repetición de la frase hecha literaria, es inversamente proporcional al desconocimiento de la parte de la obra citada, de la obra misma o del autor.

El fin justifica el medio, dicen

es como el decir: me gusta esta foto, pero no se me ocurre nada para escribir.

Desde que me encontré esta foto no puedo dejar de visualizarla. Hoy he hablado con dos personas sobre ella y no pude explicar mi fascinación; creo que fueron extremadamente amables al escucharme.

Ese gato o lo que sea no me deja de mirar, ¿o es un murciélago peludo? ¿me quiere morder? ojalá que no muerda los hongos, se ven bien chonchos: se va a poner hasta su madre, no, sí, que lo muerda, a ver si así deja de verme tan feo. ¿Cómo viajará un gato si come hongo loco? ¿Hace las paces con los ratones y perdona la territorialidad o el hambre del perro, su hermano?

El hongo a la derecha del minino semeja la cola de una ballena que va a patear (o colear) el agua oceánica.

No debería de escribir esto, tengo un post pendiente donde hablo sobre mi héroe de la infancia, el gran Cepillín. Ya es bien tarde, mañana voy a andar bien bizco.

A lo que iba: "El fin es publicar esa foto, el medio: escribir cualquier pendejada". Ya casi son las 4 y no tengo sueño, mejor no me duermo, me voy en vivo, qué tal que ya no despierto. Ya estoy pensando pura mamada.

Bishito, bishito

lunes, 24 de agosto de 2009

Créditos.




Cumplo un año en una nueva ciudad. Ya siento la influencia de exactamente seis amigos que he conocido aquí y me gustaría decirles (agradecerles) lo que han hecho por mí. Sin ningún orden particular:

(1)

Junto a ti me siento como una niñita que juega a ser gente grande. Eres el cómplice de mi lado más inocente y mi compañero de juegos. Satisfaces mi más infantil necesidad de afecto: reconoces todos mis esfuerzos y jamás escatimas al concederme mérito.

Gracias a tu capacidad de penitencia eres dueño de mi más profundo respeto.

(2)

Evocas en mí la noción del antes y el después -quien he sido, soy y seré.

Me has redefinido el ideal de superación, el anhelo de explorarme – quien puedo ser y quien quiero ser.

Me liberas de decenas prejuicios -quien no soy y quien no puedo ser.

El sólo hecho de conocerte me reafirma los millones de posibilidades que existen.

(3)

Tú, como nadie, me produces admiración.

Cuando te conocí, admiraba tu pasión. Desde que te conozco de verdad, admiro tu fuerza.

Nadie como tú me ha obligado a examinarme hasta mis límites. Nadie como tú ha revuelto mi interior con los momentos más tiernos de vergüenza, de sufrimiento, de desesperación, de impotencia. Nadie como tú me ha forzado a cuestionar de la manera más minuciosa lo que significan el bien y el mal. Nadie, como lo haces tú, me quiere por características de mi personalidad que él mismo desenterró.

Para decirlo de la manera más clara que se me ocurre, existo gracias a que te conocí.

(4)

Tú me estimulas de las maneras más contrastantes.

Eres junto a mí alguien que me fascina ser. Eres alguien que no me gusta ser pero soy. Eres alguien que no quiero ser jamás. Pero sobre todo, eres alguien que quiero ser y no puedo.

Por eso, de ti aprendo de las maneras más diversas: con tus errores, con tus indicaciones y con tus ejemplos.

(5)

La razón por la que te quiero es sencillísima: eres puro. Parece que de alguna manera has logrado resguardarte a través de los años y te mantienes intacto. Tus pensamientos son libres, agudos y de un refinamiento al que aspiro. Eres mi mayor ejemplo a seguir de quien se mantiene fiel a su esencia.

(6)

Tú me escuchas.

Me aconsejas, te ríes conmigo, me aceptas, me compartes tus ideas y me quieres.

Simplemente me haces sentir importante.

martes, 18 de agosto de 2009

Vallejo Patera



Esta canción me huele a sopa de fideo. No. Me huele a caldo (quizá la carne de res cociéndose o los frijoles ablandándose) y al sonido chiflador (sisseo dirían unos onomatopéyicos) que emana de una olla express en pleno proceso.

Me suena a estaciones de radio con otras canciones igual de melancólicas y simples, a comerciales cantaditos. Veo esta canción y me imagino tardes de horas de 200 minutos. No hay comics o pornos, sólo libros con cubiertas semejantes que decoran el librero del departamento. Recuerdo 6 canales de televisión repartidos entre 13 posibilidades. En uno de ellos hay melodramas con mujeres de peinados chistosos y mirada lánguida y hombres de patilla larga y camisas con cuellos de alas delta. Luego, dos o tres caricaturas, la tarea y la merienda.

Entra por la ventana el sol aburrido de las 3:30 de la tarde, que me deja quieto en un sillón, donde serio, analizo la punta de mi zapato. El olor y el sisseo de ese vapor de caldo, me urgen a crecer y poder salir a la calle, donde hay gritos y partidos de futbol y caídas espectaculares y sangre en una cabeza que tiene imán para los accidentes. Me saca de mis sueños de guardameta la puerta de la cocina, que se abre mostrando a mi carcelera que me sonríe y luego tararea esta canción que en lugar de amor me parece música zombi.

Qué hubiera sido de mí, si mi madre hubiera sido Mod y en lugar de Radiocentro hubiera sintonizado Raaaadio quiniéntosnoventa: La Pantera!, donde The Who partía su batería o el Duque Blanco escondía sus disfraces. Gracias madre, seguramente ya todo me hubiera aburrido y ya le hubiera cedido mis decisiones a los hijos.

Miro la calidad de la imagen de video de Frente a Frente y la boca de Jeannette y me llevan inmediatamente a esas películas prohíbidas, protagonizadas por Jacaranda Alfaro, Angélica Chaín, o por la mejor de todas: Sasha Montenegro. Diosas que presumen sendos tesoros peruanos hundidos tras selvas abundantes. Alegres, al ritmo de música sabrosa, brincan a albercas salpicando todo de felicidad. Los anfitriones, vaso jaibolero en mano, aplauden como pueden. De súbito, entra a escena un policía gordete a corregirles la conducta licenciosa, pero las diosas rápidamente lo convencen de que entre en la alberca. Qué estilazo de clavado, oficial.

Ah, los setentas.

Aún después de todo, Frente a Frente me parece una canción horrible que me gusta. Es un cavernícola congelado en mi itunes que muy de vez cuando el Shuffle rescata. Y cada vez que la oigo me empieza a oler a sopa de fideo. No, de fideo no.

Pero ahora, como soy superfluo, sólo digo: Jeanette estaba buenísima.

sábado, 15 de agosto de 2009

DOS COSAS




Cosa una:


Soy un superfluo. Mejor dicho: me he convertido en un superfluo.

Antes era un buen amigo, el que siempre terminaba con el hombro moquiento, el de la palabra perpetua en la diana. Ahora, sólo me interesan las relaciones personales que me pueden llevar a ver el beisbol, beber en el Dogma u otros bares, irme de viaje, y sobre éstos, sobre todos, los viajes que hago en taxi a mis destinos clandestinos (Cuando llegué, solía decir que lo mejor de Saltillo son sus cielos, sus montañas; ahora creo que lo mejor de lo mejor son los taxistas nocturnos, feroces y sabios, magos que revelan todos sus trucos, trampas y chicanas. Esta ciudad, cuando libera su carga represiva, se convierte en una ciudad muy divertida).

Me estoy acostumbrando a los masajes en el deportivo, atiendo mi clase de tenis y corro en una banda con un ipod frente a un televisor gigante. Nado con gorra y siempre me ducho antes de entrar a la alberca. Termino mi ejercicio, paso al sauna, luego al vapor y me enjuago la pena y el dolor en regaderas de presión.

Ya casi no leo, ni tengo mucha oportunidad de ver las películas que quiero (He visto Transfomers y G.I. Joe y me divierto). Me presentan chicas lindas a las que no les vuelvo a hablar porque si bien no pago el trámite, sí exijo inmediatamente la licencia. Prefiero a las mujeres que bailan para mi y me llevan a privados a precios siempre bajos y que me dicen te quiero sin necesidad de conocernos. Ya no les respondo los mensajes de texto a mis amigas, menos los que llegan después de las dos de la mañana.

Ahora creo que toda felicidad que no provenga del alcohol es falsa.

Cosa dos:

Debería hacer un blog que recopilara todos los blogs que he creado y he abandonado. Soy como un médico loco abortista de blogs.

El primero fue Hotel Hawai, en honor a la extraña visión nocturna -y en LSDvision- que me causó ver, de azotea a azotea, un chalet suizo en la cúspide de un hotel en plena costa de Veracruz. Imaginaba que el habitante de la cabaña, ataviado en su traje de esquiador, saltaba desde el décimo piso hasta el mar, hundiéndose para después aparecer cerca de la refinería para abastecerse, e irse.

El último blog fue "Ya me cargó el payaso", en honor a esa sentencia que siempre me dejó la duda de por qué, alguien dijo y acuñó que lo peor que te puede pasar en la vida es que te levante un payaso.

Lo último que escribí en él, fue algo para mi entonces novia a distancia, amor de internet, loca hermosa.

Decía en el preámbulo de ese escrito:

ra:

A veces quisiera que ya no hubiera nada entre nos, sólo para poner este video a todo volumen y que la canción se adecuara a la situación triste, bochornosa, desperdiciada de habernos dicho: adiós ra, adiós ru.

ru.

Y bueno, me gustan las ironías y como uno suele atraer lo que le gusta, pues caí en ella. Pero cuando dejamos de vernos, la verdad, no quería cantar El Triste, ni poner videos, ni reírme de ironías, sólo quería dormir y para dormir tenía que beber. Y no, no tuve la oportunidad de decirle "adiós ra".

Adiós Ra.

He aquí al Príncipe.

jueves, 13 de agosto de 2009





Llego a mi casa después de una larga jornada de oficina. Le miento la madre al gato callejero que se siempre se mete por las ventanas. Entro a mi cuarto. Me aguanto las ganas de prender un cigarro (llevo casi 3 semanas sin fumar). Prendo la computadora. Me siento y me pregunto ¿Qué cuernos habrán hecho mis amigos todo el día mientras me encerraba en mi cubículo? Abro el Facebook. ¿Alguien escribió en mi muro? No. ¿Alguien me taggeó en alguna foto? No. ¿Alguien comento los agudísimos comentarios que uso como status? No. Entonces, ¿qué paso en todo el día en el pinche Facebook? Inicio. Click. Y el newsfeed es algo como lo siguiente:
… just took the test “What Beatles song describes your life right now?”
… just took the test “qUe tIpO dE mUsicA eLecTRoNiCa eReS?”
… just took the test “which harry potter character are you?”

… just took the test “¿Qué juguete de la infancia eres?”
… just took the test “¿Qué villano de Disney te identifica más?”
… just took the test “¿qué posición sexual eres?”
Todo esto, claro, sin contar los tests personalizados para saber qué tanto te conocen tus amigos, las preguntas al oráculo ni las omnipresentes galletitas de la suerte.

Y pienso… ¿Por qué tanto pinche afán en tomar estos tests? No lo niego… yo más que nadie disfrutaba las sesiones largas de tests psicométricos, de personalidad y de aptitudes en la secundaria y la preparatoria. Hay algo que me encanta en responderlos y recibir respuestas que ya sabía de antemano… como por ejemplo que soy una megañoñaza con discapacidades sociales, o en palabras de mi jefe, un number cruncher. Y por más transparentes que fueran los viejos tests (“¿Me siento cómodo trabajando mucho tiempo con números? Muy en desacuerdo, medianamente en desacuerdo, neutral, medianamente de acuerdo, muy de acuerdo”), no tenían esta absurda ligereza de los nuevos tests.
¿A que me refiero con ligereza (además de la obvia autoría de algún adolescente sedentario)? Me explicaré: Con mi perfil, lo más acorde seria que yo contestara que intento pasar desapercibida a la pregunta sobre mi comportamiento en fiestas y reuniones sociales. Pero me pesa un poco rellenar ese circulito. Porque sé que a veces, muchas veces, y con muchos testigos, soy divertidísima, el alma de la fiesta y hago muchos amigos. Probablemente aunque rellenara este otro circulito el resultado de la prueba seria el mismo, porque terminaría diluyéndose con los otros 249 reactivos. Pero contesto el que me parece que se cumple la mayoría de las veces aunque me pesa no reflejar ese matiz de mi personalidad. Me pesa tener que encerrar algo tan dinámico en una definición tan estática. Ni modo.
Y acabo el test con algún resultado como “Tiene una gran capacidad de análisis. Líder por naturaleza. Tiene tendencia a estar solo. Facilidad para el pensamiento abstracto. Es respetado y tomado en serio por los demás. Impaciente con las personas que no aprenden rápidamente.”
Ese tipo de cosas. Pero por ningún lado aparece que “Es usted ingenioso. Carismático con la audiencia indicada. A veces solo quiere que nadie lo tome en serio. De vez en cuando pierde la cabeza. En ciertas situaciones exhibe una paciencia ejemplar. A veces no puede contenerse la risa mientras dice chistes malísimos que a nadie más le causan gracia. Hay veces en que no puede hacer una simple multiplicación mental. Secretamente cursi. Disfruta la atención esporádica sobre su persona. Tiene frecuentes enamoramientos platónicos. A veces quiere tener su habitación desordenada”.
Y probablemente si tomo el test de “¿Qué tortuga ninja eres?” no me digan que soy Donatello sino Miguel Ángel y obtenga alguna de esas descripciones. Tal vez las partes más “irracionales” de mi personalidad solo pueden ser definidas con tests igual de irracionales.

Esa es mi mejor explicación para la obsesión por los tests…
¿Es eso? ¿Por eso contestan tantos tests todo el chingado día? ¿Eso es lo que buscan? ¿Esto que llamo ligereza es en realidad una necesidad humana de lo más profunda y comprensible? Si no es eso, de verdad estoy perdida…

miércoles, 12 de agosto de 2009

No Cómoda





Tengo la asombrosa capacidad de la incomodidad.

Puedo sentirme incómoda en cualquier momento, en cualquier lugar.

domingo, 9 de agosto de 2009

Ah, ¡La vida en México...!




Generalizando y sin detenerme a pensar en excepciones, a los mexicanos nos encanta atribuirnos peculiaridades y jactarnos de ellas.
Pueden ser o no exclusivas nuestras.
Y pueden ser o no dignas de jactarse.
La primera que se me ocurre es el famosísimo e infame "ingenio mexicano" ... pero realmente mi propósito no es despotricar contra el maleado orgullo nacional, sino elogiar una dinamica que si bien no es exclusiva nuestra, es parte esencial de la vida en México para cualquiera que como yo reúna 2 características: ser peatón y ser mujer.

Por mucho tiempo (digamos desde que empecé a exhibir caracteres sexuales secundarios hasta hace más o menos un año y medio) estuve enojada con el mundo porque fuera posible para cualquier gañán, desde el estratégico puesto que le concede su trabajo en construcción, ofenderme al opinar sobre mi complexión, al gritarle a todo el que quisiera oír lo que le gustaría hacer conmigo (a veces en prosa y a veces en rima), al avisarle a sus otros amiguitos albañiles cuando pasara para que todos en coro pudieran emitir esa especie de silbido al revés que realmente nunca he podido interpretar, y básicamente todas esas cosas con las que, de pasadita, hacían gala del ingenio mexicano.
Me hacían sentir avergonzada, reducida, impotente, y sobre todo encabronada. Alguna vez les pinté un dedo pero nunca alivié mi sed de venganza. Así que aprendí a hacerme la mártir: con todo el dolor del mundo domar la fierecilla feminista que todas las mujeres llevamos dentro y reprimirme para hacerme la sorda cada vez que pasaba por una obra.
Pero todo cambió el año pasado, cuando empecé a trabajar medio tiempo junto a la construcción de un centro comercial enorme, un proyecto que duraba meses y empleaba decenas de albañiles. Y no sólo eso, sino que para no obstaculizar el tráfico que ocasionaría el centro comercial, se estaba construyendo un paso a desnivel junto a él, otro proyecto de meses y con más decenas de albañiles involucrados.
Todos los días entraba a las 9, cuando ese ejército de albañiles estaba en plena obra, y salía a la 1 que era su hora de comida. La banqueta provisional no era recta y diariamente debía caminar el equivalente a unas 3 o 4 cuadras frente a distintos grupos de albañiles, así que cuando pasaba frente a ellos lo hacía rapidísimo para que el concierto de chiflidos durara lo menos posible, mientras en mi mente me tranquilizaba diciéndome que no pasaba nada, que conforme pasaran los meses me reconocerían, se aprenderían mi horario y al fin se aburrirían de chiflarme todos los días.
Se me olvidaba la mala memoria que tienen los pachecos: jamás se aburrieron de mí.

Creo que hasta me agarraron confianza y empezaron a experimentar conmigo nuevas técnicas. A través de las rejas me invitaban a que pasara a comer con ellos, una vez me hicieron un atajo con tablas para que no me ensuciara los zapatos de tierra, y recuerdo clarito a uno que un día asomó la cabeza por la reja y me dijo "hola, soy Javier y salgo a las 6. ¿Vienes por mi?"
… total que poco a poco me fueron cayendo bien e incluso me sacaban sonrisas no sólo con sus nuevas líneas, sino hasta con los chiflidos y los albures reciclados.

En el plano sentimental y en el plano de identidad sexual yo andaba bastante abrumada en esos meses. Tuve una aventurilla, tuve una ruptura muy importante, y tuve un enamoramiento no correspondido… y un día me di cuenta que lo único que no había cambiado en todo ese tiempo era mi relación platónica-poligámica con todos mis albañiles. Tal vez está mal que lo diga, pero sus piropos constantes me aligeraron la pesadísima concepción que tenía en ese momento de mí misma; verme a través de sus ojos, como una chica guapa, decente, limpia, bien vestida y con pinta de estudiosa con buen futuro, me ayudó a poner en perspectiva los problemas que tenía y los muchos otros problemas que no tenía.
Hoy, en otra ciudad y en un momento muy distinto de mi vida, todas las mañanas saliendo de mi casa camino por una obra a la hora en que unos 7 u 8 albañiles están sentados afuera, esperando entrar.
Ya nos conocemos. Ya me pusieron un apodo: Lic.
Todas las mañanas cuando paso me saludan "buenos días, Lic." y al hacerlo son las primeras personas en hablarme cada mañana.
En lo tierno del saludo reconozco a mis albañiles de antes y empiezo a encariñarme con ellos. Justamente hoy dejé de jugar a hacerme la difícil y les contesté los buenos días.
De odiarlos con odio jarocho, ahora pienso que necesito mi grupo de albañiles de cabecera… serán mujeriegos como la chingada pero son el único gremio que me tiene amor incondicional.


A manera de posdata y un poco en ánimo de herir el orgullo mexicano: luego me enteré de que la constructora del centro comercial estaba siendo investigada por emplear ilegalmente albañiles centroamericanos y pagarles aún menos que a los mexicanos. Así que mi cortés Javier bien podría ser un orgulloso tapatío, un entrón guatemalteco o un gallito beliceño.